Había una vez un rey y una reina que deseaban tener un hijo. Vivían en un reino muy grande y tenían muchas riquezas y todo un país por gobernar. Su castillo gozaba con grandes habitaciones y la mayoría de los objetos estaban hechos de oro y de plata, porque los reyes eran muy ricos. Las camas eran gigantescas y tenían muchos mayordomos y señoritas de la limpieza, y la cocina llena de cocineros de categoría.
Pasó mucho tiempo, y por fin los reyes pudieron tener una hijita preciosa, a la que llamaron Rosa porque era preciosa como una rosa. Hicieron muchísimas fiestas por todo el reino, y se gastaron miles de millones en estas y en las cosas de la princesa, tanto, que gastaron hasta el último céntimo.
Sin dinero se hicieron débiles, y aprovechando esto, un reino cercano empezó a conquistar todo el reino. Los campesinos empezaron a ponerse de parte del otro reino. Los reyes se tuvieron que rendir y se convirtieron en pordioseros.
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